Tres aberraciones

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   En los medios de comunicación oímos a diario los abundantes casos de corrupción de políticos, empresarios y particulares. Pero se oye hablar poco de las aberraciones que han cometido o se cometen en distintos países del mundo.

   La corrupción es una degeneración de la moral y las costumbres, generalmente económicas y la aberración es un acto o conducta depravadas, perversas y que se separa de lo aceptado como lícito.

   Hay una diferencia esencial entra ambas conductas: la corrupción es juzgada por los tribunales y el corrupto puede terminar en la cárcel, mientras que la aberración es aceptada por los gobernantes y aprobada por las leyes. Podemos considerar tres aberraciones aunque ha habido muchas más: la muerte de niños y esclavos en Esparta, los sacrificios humanos de los aztecas y la muerte de bebés en el seno de su madre.

   En la ciudad de Esparta es bien conocida la suerte que corrían los nacidos con deficiencias o simplemente débiles: eran arrojados desde el monte Taigeto. En Esparta había tres castas: los espartiacos o semidioses, los periacos y los ilotas o casi esclavos. Pues bien, los jóvenes espartiacos eran enviados durante un tiempo a las comarcas y por la noche debían debían degollar a cuantos ilotas pudieran para demostrar así su virilidad.

   Los aztecas americanos que encontraron los españoles tenían la costumbre muy consolidada de hacer sacrificios humanos, unos veinte mil al año. En la ceremonia de la dedicación del templo de Huitzilopoctli, en 1486, fueron sacrificadas setenta mil víctimas humanas. En toda ceremonia religiosa descuartizaban y desollaban una joven víctima de doce años, hombre o mujer.

   La tercera aberración es la muerte de bebés en el vientre de su madre. Se realiza ordinariamente en las «clínicas» abortistas y a su puerta puede haber, por ejemplo, un chico de 13 años que espera a que su madre salga de abortar a su hermano o a un señor mayor que va con su hija para para que le maten a su nieto.

   En estos abortorios hacen un gran negocio matando a los niños antes de que nazcan. Es un genocidio silencioso porque
ni los periódicos ni la televisión informan de estos asesinatos. En una de las naciones abortistas dan muerte a unos 300 niños al día. Pero a veces no son solamente los bebés los que mueren, sino también sus madres, porque los coches de la funeraria visitan frecuentemente este lugar.

   Esta aberración está aprobada por una ley injusta y los servicios de abortorio se pagan con el dinero de los contribuyentes. Hubo un gobierno que prometió en el programa electoral que defendería la vida, pero no cumplió con su palabra. Para mantener la ley del aborto llamó a un experto que era el dueño de una «clínica» abortista y afirmó que que el aborto era una manifestación de la maduración de las mujeres y se sentían aliviadas. En contra de esta opinión la Federación Internacional de Planificación Familiar señala que «la incidencia del trauma postaborto para clientes de abortos quirúrgicos puede llegar hasta el 91% de los casos».

   La dos primeras aberraciones y otras que ha cometido la humanidad ya han desaparecido, pero
el aborto sigue actualmente vigente en muchos países con leyes injustas que aprueban y subvencionan los asesinatos de niños y niñas inocentes e indefensos.

   Pero vemos que aparecen con fuerza voces que defienden la cultura de la vida y con el tiempo ganarán la batalla de esta aberración para conseguir un mundo más humano y más justo.

   Arturo Ramo García

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