Octavo mandamiento: No dirás falso testimonio ni mentirás

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   Cuenta el Evangelio que, en el juicio de Jesús ante el Sanedrín, los judíos presentaron testigos falsos que le acusaban de muchas cosas para condenarle. Ante aquellos testimonios falsos y contradictorios, Jesús permanecía en silencio. Sólo habló cuando el Sumo Sacerdote le preguntó: «¿Eres tú el Mesías, el Hijo de Dios?» (Marcos 14,61). Y confesó la verdad, aunque por decir la verdad sufrió tantos ultrajes y la muerte. El octavo mandamiento: «No dirás falso testimonio ni mentirás» es muy necesario, sobre todo cuando las relaciones entre los hombres están enturbiadas por tanta mentira, calumnias difamaciones y falsos testimonios. A todo esto hemos de oponer el amor a la verdad.

   1. Jesús enseña a decir la verdad  

   Jesús nos enseña con su ejemplo a decir la verdad, aunque esto le costara muchos sufrimientos y la muerte. La verdad, dice Santo Tomás, es algo divino: hay que respetarla y amarla. A veces, decir la verdad cuesta y exige esfuerzo; pero hay que ser valientes para decirla siempre y no mentir.   Jesús dijo en una ocasión: «Sea vuestro modo de hablar: sí, sí, o no, no. Lo que excede de esto, viene del Maligno» (Mateo 5,37). Es un buen lema que nos ayudará a ser sinceros y leales con Dios, con nosotros mismos y con los demás.

    2. El daño de la mentira

    Igual que una cerilla -una cosa tan pequeña- puede destruir un bosque, así la mentira puede destruir cosas grandes, como la amistad de un amigo o la confianza de los padres. Si se miente a los amigos o a los padres, se acaba perdiendo su amistad y su confianza. Después, aunque el mentiroso diga la verdad, ya no se le cree. Para vivir en sociedad es indispensable ser sinceros y decir la verdad. Para ello hemos de esforzarnos en la sinceridad con nosotros mismos, sin ocultarnos la verdad. Aun cuando nunca de debe mentir, en ocasiones se debe callar para guardar un secreto o para no perjudicar a otra persona.

    3. Motivos por los que se miente

    Con frecuencia se miente por miedo o vergüenza de ser descubiertos; otras veces, para salir de un apuro o para gastar una broma. Puede ser pecado mortal mentir en asuntos importantes, o sabiendo que hacemos un daño grave.    Si el bien común o particular no exige que callemos, un cristiano debe decir siempre la verdad, incluso hasta el martirio, que es supremo testimonio de la verdad de la fe.   4. El octavo mandamiento ordena respetar la honra de los demás   La honra es un bien más importante que los bienes materiales. Todos los hombres tienen derecho a su fama; por eso no podemos robar o destruir la honra de los demás.

   a) Modos de destruir la honra. Destruye la honra de los demás:

– La calumnia, que es exagerar las faltas de los demás o decir que han hecho algo malo sabiendo que no es verdad.

– La maledicencia o difamación, por difundir injustamente los defectos ocultos del prójimo.

– El falso testimonio, declarando en un juicio algo que no es verdad y perjudica al prójimo.

– El juicio temerario, que consiste en pensar mal de los demás sin justo motivo.

– Violando el secreto, que manifiesta lo que debía callar.

   b) Actuación del cristiano. El que oye hablar de los demás -sea persona particular o institución (familia, Iglesia, etc.)- está obligado a no escuchar lo que se dice y a defender con valentía o a disculpar, si lo que dice es verdad.

   c) Obligación de restituir la honra. Dios quiere que seamos como los guardianes de la buena fama de los demás. El que destruye esta buena fama peca gravemente, si el defecto que descubre o el daño que produce es grave. El que ha dañado la buena fama del prójimo está obligado a reparar, esto es, a decir públicamente que aquello que ha dicho no es verdad o que ha exagerado. La reparación hay que hacerla -igual que cuando se roba algo material- para que se pueda perdonar el pecado.

   5. Cuidar y defender nuestra buena fama

    Durante el juicio ante el Sanedrín, un criado dio una bofetada a Jesús que respondía a Caifás. Y el Señor se defendió: «Si hablé mal, muéstrame en qué, y si bien ¿por qué me pegas?» (Juan 18,23). Jesús da ejemplo de cómo hay que defender la buena fama cuando nos atacan injustamente.

   6. Podemos ayudar a los demás con la corrección fraterna

   La caridad nos llevará a decir con nobleza, a decir las cosas a la cara, de frente, nunca de espaldas. Decir las cosas con verdad y caridad es ayudar a nuestros hermanos con la corrección fraterna. Podemos recordar lo que dijo Jesús: «La verdad os hará libres» (Juan 8,32).

Curso de Catequesis. Don Jaime Pujol Balcells y Don Jesús Sancho Bielsa. EUNSA. Con la autorización de Don Jesús Sancho

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