Experiencia: Las casitas de mi escuela

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   Escolares de Infantil de un centro rural cántabro construyen las viviendas para sus juegos.
   La presente experiencia se ha desarrollado en una escuela rural de Infantil y Primaria de Cantabria, concretamente en la localidad de Cartes, con alumnos de 3 a 5 años de edad, y se vincula a la unidad didáctica «Mi casa y mi familia».


   En nuestra escuela existen dos unidades de Infantil, en un edificio aparte del de Primaria, una de ellas de 3-4 años y la otra de 4-5 años. Esta escuela de Infantil es una casa antigua que posee dos entradas, con un portalillo que precede a cada una.
   El proyecto surge vinculado a la unidad didáctica «Mi casa y mi familia». Durante esa unidad didáctica, proyectamos la película «Los tres cerditos», como actividad motivadora e hilo conductor de la unidad, hablamos de los oficios relacionados con la construcción de una casa, y debíamos introducir en los más pequeños el concepto dentro-fuera. Ante lo motivador que resultó la proyección del cuento y las distintas actividades realizadas en relación con el cuento, propusimos a los niños la construcción de una casa entre todos: «sería la casa del cerdito práctico», ejercicio que nos permitiría vivenciar algunas de las nociones que pretendíamos transmitir a los alumnos (concepto dentro-fuera, nociones de tamaño, proporción, equilibrio…) de la forma más lúdica posible.

   Materiales de construcción

   Se nos planteaba ahora el problema de cómo construirla, qué material utilizar… Se barajaron múltiples posibilidades hasta dar consistencia a la idea: Se trataría de una casa realizada con envases de tetra-brik vacíos. Pero… ¿sólo una casa?. Si realizábamos sólo una casa sería difícil que los dos grupos pudiesen trabajar juntos en un espacio tan reducido y, sobre todo, no todos podrían disfrutar por igual del resultado final; siempre estaría beneficiada, a la hora de jugar con la casa construida, la clase que más próximo tuviese el portalillo. Fue así como decidimos realizar dos casas, una en cada portal de acceso a las aulas.

   Así, comenzamos a acumular envases de tetra-brik limpios y secos, para los que solicitamos la colaboración de los padres y madres de los escolares. En poco tiempo reunimos una cantidad numerosísima de envases.

   La siguiente dificultad encontrada, fue la de cómo «maquillar» nuestros improvisados ladrillos para que no se viesen los anuncios que los envases contienen. Pensamos en, una vez terminadas las casas, empapelarlas con papel continuo o, como nos sugirió la madre de unos alumnos, con auténtico papel de empapelar paredes. Sin embargo, nosotras queríamos que se distinguiese la estructura de ladrillos, al fin y al cabo, se trataba de la casa del cerdito práctico y, ésa era de ladrillos. Así, decidimos colocar los ladrillos envueltos en papel de periódico, con el fin de que la casa, al finalizarse, conservase su estructura de ladrillo y admitiese ser pintada con témperas, cosa que no hubiésemos conseguido de otra forma, al estar estas cajas plastificadas.

   Destrezas de psicomotricidad

   Nuestra misión era compleja, tuvimos que «entrenar» a los dos grupos en la complicada tarea – complicada para niños tan pequeños – de envolver. El grupo de cinco años enseguida adquirió la habilidad necesaria, pero los de tres y cuatro años tenían más dificultades y no podían realizar la actividad autónomamente. Así, diariamente, abrimos un rincón donde, en presencia de las profesoras y con su ayuda individualizada, nos dedicábamos a envolver con los más pequeños. Desde luego, se trataba de un ejercicio ideal para favorecer el desarrollo de las destrezas de psicomotricidad fina.

   Cuando acumulamos una cantidad suficiente de «ladrillo», comenzamos a armar la pared pegándolos con cola blanca. Los niños estaban entusiasmados: envolvían, pegaban y se mostraban orgullosos de su obra al verla, progresivamente, tomar forma. Para hacer más consistente la estructura, matábamos las juntas de forma que en cada fila coincidiesen en un lugar diferente, tal como sucede en una pared de verdad. Para ello teníamos que cortar algunos de los ladrillos. Además, para reforzar las paredes, hicimos columnas interiores. Así, poco a poco, y sin olvidar dejar los huecos para las ventanas y la puerta, fuimos alcanzando la altura considerada adecuada, en proporción con la estatura de sus futuros moradores, pues se trataba de no hacerlas excesivamente grandes para que los alumnos pudieran dominar ese espacio. Alcanzada aquella, llegaba el momento de poner el tejado. Aquí utilizamos dos modalidades diferentes debido a que los portalillos no tenían una estructura idéntica y a que, en todo caso, se buscaba la forma más sencilla de dar acabado a la empresa.

   Así, en una de las casas el tejado se hizo en forma de «pico» con un cartón sujeto al techo con cuerdas. Mientras, en la otra, el tejado era inclinado y, para su construcción, se utilizaron planchas de corcho blanco gruesas, desechadas en una carnicería. Con ellas se hicieron unas viguetillas que, apoyadas en las paredes de la casa construida y en el alféizar de una ventana existente en el portalillo, situada en la parte de atrás de la casa, conformaron la estructura del tejado.

   Un Nacimiento

   Así fue transcurriendo el tiempo, y el proyecto, que había surgido a principios de noviembre, se fue alargando más de lo que en principio habíamos previsto. Y llegó la Navidad, por lo que propusimos a nuestros alumnos «prestar nuestras casas al Niño Jesús», transformando su apariencia y convirtiéndolas en un rústico Portal de Belén.

   Cubrimos el tejado y el suelo con paja, que nos consiguió la madre de una alumna, y con hojas secas que habíamos recogido en la salida del Otoño. Virutas de corcho blanco, secadas de un embalaje, hacían las veces de nieve.

   En papel continuo dibujamos las figuras de los protagonistas del Nacimiento: San José, la Virgen María y el Niño. Todos, niños y niñas de los dos grupos, participaron en colorear, utilizando diversas técnicas, las figuras de las dos clases. Una vez barnizadas, las pegamos en un cartón consistente y construimos unos soportes para que se sostuvieran de pie. Después, las colocamos en el interior de nuestras casitas-portal. Y.. ¡Ya teníamos Nacimiento!

   A la vuelta de las vacaciones de Navidad dimos a nuestras casitas el uso que en un principio habíamos pensado, utilizándolas como un rincón de juego simbólico al disfrute y servicio de sus constructores.

   Los objetivos concretos que pretendíamos cubrir con el desarrollo de esta experiencia eran: Interiorizar conceptos espaciales; desarrollar la motricidad fina y la coordinación ojo-mano; favorecer las relaciones de grupo; iniciar al alumnado en el planteamiento y planificación lógica de una tarea compleja; desarrollar la creatividad y el pensamiento divergente; promover el aprovechamiento de materiales de desecho como recurso para la fabricación de nuestros propios juguetes, y estrechar las relaciones con la familia.

   María del Carmen Ruiz Abad y Elena Pérez Remis. Profesoras del C.P. «Manuel Lledías, de Cartes (Cantabria)
   Con la autorización de: http://comunidad-escolar.pntic.mec.es

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