La sobriedad

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   En la sociedad de consumo de hoy en día, el valor de la sobriedad es especialmente importante. La persona sobria, que no está atenazada por sus caprichos y ficticias «necesidades», es más libre y dueña de sí.     La sobriedad supone poner armonía y orden en los deseos. Hoy día se está hablando mucho de la necesidad -cierta- de educar para el consumo adecuado. Pues bien, la más acertada «educación del consumidor» consiste en ayudar a los hijos a adquirir la virtud de la sobriedad.   En estas edades se puede centrar la atención en los caprichos, deseos transitorios y superficiales, sin justificación, no cediendo ante ellos y desarrollando el autodominio de los hijos, de modo que sean capaces de colocarse por encima de los deseos insatisfechos y de las apetencias. Las personas sobrias están más preparadas para soportar carencias y para superar las inevitables pequeñas frustraciones de la vida. 

   En el hogar 

   La vida familiar ofrece numerosas ocasiones de ejercitarse en la sobriedad, no disgustándose o haciendo un esfuerzo por dejar algo que podrían conseguir, con alegría, de modo que no se vea la sobriedad como algo desagradable. Es bueno que los hijos aprendan a valorar las cosas, a saber lo que es necesario y lo que no lo es, de modo que sepan distinguir el capricho de la necesidad o conveniencia. 

   De vez en cuando, compensa revisar las «pertenencias» de cada hijo para ver si hay juguetes u objetos que no necesitan ni utilizan: pueden servir para otro hermano, o para personas necesitadas. Todos tendemos a tener un pequeño (o gran) almacén de objetos que no utilizamos nunca y no hacen más que ocupar espacio en los armarios, para desesperación de las madres.

   Uso del dinero 

   Es interesante que los hijos conozcan el valor del dinero y aprendan a administrarlo con criterios de sobriedad. Para ello, se les puede llevar de compras alguna vez, para que entiendan, por ejemplo, lo que cuesta comer. O se les puede enseñar a doblar bien su ropa, para que dure más y se conserve mejor. Interesa informar a los familiares (especialmente a los abuelos) de los criterios educativos de la familia en este tema. Lo ideal es que el dinero que pensaban darle se lo entreguen a los padres para que le ayuden a administrarlo. 

   Sobre el uso del dinero no se puede proponer un sistema concreto con carácter general, ya que depende mucho del estilo de cada familia, lo que sí se pueden sugerir son algunos criterios comunes. 

   Objetivos de sobriedad 

   Posibles objetivos de planes de acción relacionados con la sobriedad: 

– Que se ocupe de mantener ordenada y limpia su habitación y su ropa. 

– Que coma de todo a su hora, no entre comidas. 

– No ver demasiada TV, ni crearse adición a las maquinitas. 

– Conformarse con lo que se tiene sin crearse necesidades. 

– Que no disponga de demasiado dinero y no lo despilfarre en refrescos, chucherías o máquinas tragaperras. 

– Que aprenda a administrar las pequeñas cantidades que recibe como paga o como remuneración por trabajos especiales (no encargos) en casa. 

– Premiar o castigar con dinero provoca que los hijos se materialicen. 

– Que aprenda a ahorrar. Algunas cosas que desee comprar (ropa de marca, por ejemplo) puede pagarla él en parte con su dinero. También debe ahorrar para algún pequeño regalo a sus padres o hermanos. 

– Hacerles reflexionar sobre el porqué de sus gastos, y hacerles ver la necesidad que pasan muchas personas. Pueden, por ejemplo, acompañamos a entregar ropa usada en buen estado para personas sin recursos.

José Antonio Alcázar. Revista Hacer Familia. www.edicionespalabra.es 

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